2a Parte.- Vigencia del Pensamiento de Batlle Ordóñez
“Cuidemos que no se desmorone ni resquebraje o se eclipse su
ferviente ideal de libertad, su moral
política y administrativa, ni cese el imperio del derecho, ni se convierta la
plaza pública en un mercado de fáciles favores, ni se apague aquella tremolante
aspiración que movió multitudes, de incorporar cada día a las instituciones y a
las leyes una nueva medida de progreso y de justicia”.- ya decía hace medio
siglo su amigo y compañero de luchas
políticas, José Serrato, en el suplemento de “El Día”, dedicado al primer
centenario del nacimiento de José Batlle y Ordóñez. Estas palabras pronunciadas
en la década del ’50 mantienen hoy vigencia, aun en el siglo XXI, merecedoras
de ser tenidas en cuenta.
Si observamos el escenario en el que se movió Batlle
comprenderemos sus inquietudes y su acción, entenderemos que su obra se
agiganta en el tiempo y que la riqueza material, moral, cultural y social son
el objetivo que guió su labor.
Seguir el ejemplo de Batlle es planear grandes obras con la
finalidad orientada hacia el porvenir, creando riqueza y trabajo, atendiendo al
bienestar colectivo y consolidando en la ayuda social el progreso y bienestar
del país.
A comienzos del siglo XX, ya decía Batlle, que el gran mal del
país no está en las leyes sino en la apatía que de él se ha apoderado, en el
abandono que hace de sus más preciados derechos sin protestas ni esfuerzos.
Lo
que hay que reformar no es la ley, buena o mala dará el mismo resultado. Hay
que reformar el modo de ser de las colectividades políticas y de los hombres
que la componen. Ir a la acción, vivir en perpetua acción, siempre esforzándose por llegar a un
estado mejor. No importa que se haya combatido por muchos años sin tener resultado alguno, los tiempos no son
iguales, los hombres las circunstancias, los sucesos cambian constantemente y
lo que no se ha obtenido en 20 años puede obtenerse en un día. Debe obtenerse
si es verdad que la ley del progreso rige la evolución de todas las naciones
civilizadas. El país debe organizar sus fuerzas, perseverar y asi podrá
vaticinar sin temor a equivocarse que su
situación política entrará en una segura
mejoría. Aquí no solo se aprecia la vigencia de su pensamiento sino la
vision de futuro de este gran estadista uruguayo.
Sus ideas se confunden con sus sentimientos originando un producto
nuevo en el cual o prodría separarse sin modificarlo sustancialmente lo racional
de lo afectivo. Batlle poseía el milagroso poder de voluntad, fe iluminada y
optimismo inagotable.
Creyente laico, se movió y accionó sin esperanza de bienes
inmediatos, pertenece a la historia, solo así se explica su tenacidad, que
constituye el móvil primario de su acción política. Obstinado en su accionar
cuya vasta obra sería imposible de concebir sin esa cualidad, ni el germen de
eternidad que guarda en sus entrañas asegurando si imposición en el presente.
Su honradez escrupulosa en
lo material y moral lo llevó a no faltar jamás a los compromisos adquiridos con
amigos y ante la nación. Empeñó su
palabra sin que lo obligaran preceptos legales ni exigencias de los hombres.
Los programas de gobierno que precedieron a sus dos
administraciones fueron la obra espontánea de Batlle, comprometido ante la
conciencia pública, únicamente por un mandato de su voluntad, por un anhelo
democrático; manifestar al pueblo la orientacición que habría de imprimir a su
labor de gobernante. Con hondo espíritu republicano expuso su programa de
futuro de manera analítica y minuciosa, con lo cual reducía considerablemente
las posibilidades de movimiento o de cambio.
Si se trata de ideas, Batlle mostró la misma honradez, cuando
consideró que un proyecto habia de contribuir a la felicidad del pueblo. No lo
detuvieron sentimientos de estima o amistad siguiendo el camino trazado aunque
para ello hubiera sido necesario
sacrificar afectos fraternales.
Teniendo como norte la felicidad
de la República
y como fuerza impulsora la fe en las propias convicciones, continuó inalterable
en marcha rumbo al ideal porque su honradez lo obligaba al cumplimiento del
deber aunque el alma sufriera, en lo íntimo crueles desgarramientos y en lo
material esa escrupulosa honradez lo llevó a actitudes heroicas.
Como periodista, desde “El
Día”, Batlle realizó, la obra más grande que hayan contemplado los pueblos de
América. Diariamente, con extraordinaria perseverancia de trabajo, expuso desde
aquellas columnas su doctrina política. Su propaganda periodística, no es solo
la obstinación de la prédica dia a dia renovada, era el método que utilizaba
para profesar la verdad.
Su enorme prestigio nació de su real grandeza, de su absoluto
desinterés y de su altruismo intangible.
Batlle rigió su conducta con criterio profético, sembró para el
futuro. Solo concedió trascendencia a las grandes soluciones, a aquellas
capaces de vencer al tiempo y perdurar como etapas luminosas en el curso
indefinido de la historia.
Amaba entrañablemente al Partido Colorado, lo deseaba fuerte,
grande, dueño y señor de sus propios destinos. Lo soñaba libre, desplegando una
acción particular, independiente de toda influencia extranjera.
“La base de la cultura de un pueblo es el trabajo y la riqueza que
de él resultan..”
“Estudiantes: vosotros sois el porvenir… vosotros sois la
sinceridad y el entusiasmo… si algo se hace ahora, vosotros sois los encargados
de consolidarlo y engrandecerlo. Mi entusiasmo se acrecienta en vuestra
presencia y me siento con fuerza multiplicada para realizar la obra que de mi
esperáis.
Estoy ya en el declive de
la vida, pero mi corazón palpita como los vuestros…
Me siento joven en este momento en que me rodeáis y me aclamáis.
Esperad conmigo días felices para la patria, días de grandeza, los
días con que soñamos. Os invito a dar un viva: Viva el porvenir!”.
En estas palabras radica fundamentalmente la grandeza y el
objetivo de su obra, construir para el presente y el futuro, trascender, vivir
a través de ella. Su sueño se ha cumplido, en lo que a perdurar en el tiempo
del ideal Batllista en sus seguidores se refiere.
Al Uruguay de hoy, le hacen falta hombres de gobierno con aquella
escrupulosa honradez, que predicaba con el ejemplo conduciendo los destinos de
ese país que el mismo forjó. Grande estadista con probada honradez cuyo único
interés era la felicidad y bienestar del pueblo.
Rescatemos estos valores Batllistas que han quedado dormidos en
sus partidarios, unidos en aquellos mismos ideales que “Don José” profesaba,
ideales de justicia, honestidad, cristalinidad y una entrega total y desapego
material que redunde en beneficio del pueblo y así mantener viva esa llama por
la cual él bregó y su sueño de trascender hasta nuestros días a través de su
gigantesca obra.
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